Sombras

El pequeño Timmy se esconde bajo las sábanas de su cama para protegerse de las sombras que ciernen su cuarto. Lo único que ve son figuras oscuras y tenebrosas rondándolo y volando sobre su cabeza. No aguanta más, así que corre despavorido hacia el dormitorio de sus padres. La madre se despierta sobresaltada al escuchar los gritos y el llanto de su hijo.


- ¡Por Dios santo, Timoty! Pero, ¿qué es lo que pasa?
Preguntó la madre con voz preocupada, pero dulce a la vez.


- Hay monstruos en mi habitación, son malos y me asustan.
Le explicaba a su madre el pobre Timmy.


- ¿Monstruos? Solo son imaginaciones tuyas, tesoro. Son las sombras, ¿verdad?


El pequeño asintió, acompañado de un sollozo.


- Son solo sombras que se crean al reflejar la luz que entra por tu ventana en los objetos de tu cuarto. No tienes nada que temer, mi vida. Son solo sombras. Si vuelves a tener miedo, corre a encender la luz y verás como desaparecen esos monstruitos. ¿Vale, cielo?


- Bueno... Está bien mamá. Pero si no se van, esta vez llamo a papá. Y que los espante.


Al escuchar el comentario de su hijo, la madre se echó a reír y Timmy también. Lo acompañó a su cuarto, lo arropó, besó su frente con delicadeza y se marchó a su dormitorio. No sin antes apagar la luz.


El niño miró al techo de su cuarto, pensativo. "Mamá debe de tener razón, es muy lista, por eso es mi mami", pensó el pequeño.


Miró a su alrededor y no vio ninguna sombra. Hasta que empezaron a llegar todas de golpe. Se volvió a esconder bajo sus sábanas. Recordó lo que su madre le había dicho, y salió de su escondite para correr hacia el interruptor. Lo accionó, pero la luz no se encendió. Lo volvió a accionar, y la luz seguía sin encenderse.


Timmy estaba aterrado. Se sentó en el suelo, con las rodillas pegadas al pecho y tapándose los ojos con ambas manos. Escuchaba a las sombras mofarse de él. Entonces recordó que en el cajón de su mesita tenía una linterna. Corrió como pudo, esquivando las garras de las sombras, cogió su linterna, la encendió y... lo primero que vio fueron unos ojos grandes y amarillos, seguidos de una boca llena de dientes afilados y manchados de sangre.
Al ver al monstruo, Timmy dejó caer la linterna y salió corriendo hacia la puerta para pedir ayuda a su madre y a su padre. Pero la puerta no se abría. Empezó a chillar con todas sus ganas. Los padres se sobresaltaron y fueron corriendo hacia el cuarto de su hijo. Intentaron abrir la puerta, pero ésta no se habría. El padre la intentó derribar, pero ésta no cedía. La madre gritaba desconsoladamente, aporreando la puerta con ambas manos, incluso con las uñas en un mero intento de abrirla. Pero nada conseguía que esa puerta cediera.


"¡Mamá! ¡Papá! ¡Socorro!" Gritaba el pobre Timmy. Los padres estaban desesperados. De repente, cesaron  los gritos de su hijo. Intentaron escuchar tras la puerta, por debajo de la misma, un charco de sangre empezaba a verse. Horrorizados, aporrearon la puerta, hasta que por fin se abrió.


Encendieron la luz. Ni rastro de Timoty. Solo sangre y algunas uñas de Timmy clavadas en la parte de atrás de la puerta en su intento por escapar de sus monstruos.


El pequeño Timmy se lo avisó a su madre, pero ésta no quiso escucharle. Y el pobre chico pagó las consecuencias.


Nunca subestiméis la palabra de un niño asustado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario