domingo, 30 de noviembre de 2014

Confesiones a las 2 y pico de la mañana

Ser padre es maravilloso. Ver a tu hijo hacer cosas, aunque sean tonterías, te llenan de alegría. Contemplarlo mientras duerme, cuando juega, cuando se pone a hacer el loco dando vueltas y pegando gritos... Simplemente siendo como es, enamora a cualquiera.

Pero debo confesar algo: ser padre es agotador. Fui padre con 20 años, por lo que muchas cosas de mi vida se torcieron. He tenido que madurar de golpe (y aún me queda mucho por madurar, creedme) y ser más adulto. ¿Me ha fastidiado un poco? Si y no. Porque me ha roto la "infancia" por así llamarlo. He tenido que dejar de hacer cosas, por él. O modificarlas o simplemente dejarlas para más adelante. Sacrificarme.

Y, ¿sabéis qué? Volvería a hacerlo infinitas veces. No os hacéis a la idea de lo feliz que soy por ser padre. Por tener a éste hijo tan maravilloso que tengo. El cual cada vez que me sonríe o me dice "Papá" se me llena el corazón de puro amor. Y es que un hijo solo da eso. Hasta que crecen y empiecen a hacer el cafre xD. Pero son tus hijos. Los quieres, los adoras, darías tu vida por ellos.
Los días malos que tengo, si los paso con mi niño, no hay días malos. Fuera aparte de la nueva actitud y forma de vida que estoy teniendo, mi hijo me ayuda muchísimo. Simplemente existiendo. Siendo él. Jugando. Berreando. Sonriendo. ¡Es maravilloso!
Es cierto que hay cosas que no puedo hacer o simplemente las haré más adelante. Pero no me importa. Cada día, bendigo aquel 11 de junio de 2012.
Gracias Jose Manuel. Gracias por estar ahí.

Te quiero mono