Tú. Si, tú. Quisiera hacerte una pregunta. No te preocupes, es muy simple: ¿Qué cojones te pasa?
¿Lo ves? Es simple. Pero claro, solo la pregunta. Intentar responder correctamente a eso ya es harina de otro costal. Se decía así, ¿no? Qué más da. No es lo importante en esto ahora. Lo importante es que intentes al menos, si no es mucho pedir claro, responder a la puñetera pregunta. ¿Qué? ¿Que no puedes? O, ¿no quieres? Quizás sea eso.
Quizás simplemente no quieras hacerte esa pregunta por miedo a la respuesta. Por miedo a la solución que encontrarías. No te quieres sentir así. Pero lo haces. Puedes ponerle solución, pero realmente no quieres. Y, ¿sabes por qué? Porque lo estás eligiendo. No es necesidad. Ya pasaste por eso y sabes de sobra diferenciar una cosa de otra. Lo estás eligiendo. Sabes de hecho que en algún momento se acabará. Posiblemente más temprano que tarde, pero eso te da igual. Estas disfrutando del viaje, obviando el final.
Hace ya tiempo que pasas de los finales. Si solo te preocupas del final, ¿para qué hacer el viaje? En los viajes se aprenden cosas nuevas, se viven cosas... Y el final simplemente significa que se ha acabado y hale, a otra cosa. Pues por eso mismo dejaste de preocuparte. No sirve de nada pensar en los finales. Sean felices, infelices, una auténtica pasada o una auténtica mierda.
Continúa con el viaje porque, a fin de cuentas, así lo has elegido.
Hasta más ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario